La crisis libia

El poder cambia a las personas. Hacer click para agrandar la imagen.
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En el mes de Abril de 1987, justo hace veinticinco años, los titulares de los periódicos nos hablaban de la catástrofe nuclear de Chernobyl y de los misiles que Estados Unidos lanzó contra Libia, o por ajustarme a la realidad, contra la residencia de Gadafi. Ya ven, ¡qué cosas tiene la vida!, la historia se repite después de un cuarto de siglo. Bien es verdad que en lugar de Chernobyl, el accidente nuclear se ha producido en la central japonesa de Fukushima pero los misiles norteamericanos siguen apuntando a Libia.

La resolución número1973 de las Naciones Unidas, para hacer las cosas legales, autoriza a la coalición internacional a que utilice cualquier medio para poner punto final a las matanzas de civiles que las tropas de Gadafi llevan a cabo; tropas que como ya todo el mundo sabe están compuestas en gran parte por mercenarios llegados sobre todo del continente africano. Pareciera que el mundo occidental se hubiese cansado de la autocracia de Muamar el Gadafi y tras cuarenta y dos años de gobierno, accedió al poder en 1969, han decidido que ya está bien de mangoneo o, lo que es más creíble, ya no es necesario en el norte de África. Reunidos, pues, de una parte los aliados occidentales, y de la otra la Liga Árabe, comienzan a parlamentar y el presidente francés decide organizar una cumbre europea para “la defensa del pueblo libio” en la que se reúnen presidentes y representantes de varias naciones; en el mismo día, tras unas pocas horas de conversaciones, todos de acuerdo, deciden pasar a la acción armada sin más dilación.

Comentario aparte merece la actuación de la canciller alemana Ángela Merkel. Esta zorra (en el significado propuesto por el DRAE –Diccionario de la Real Academia Española de la lengua para los de la LOGSE- en la quinta acepción de la palabra, es decir, persona astuta y solapada) se ha mostrado de acuerdo con la intervención pero Alemania, aparte del apoyo moral, no contribuye con material bélico ni soldados. Esta postura, unida a la paralización nuclear del país germano bajo sus órdenes, para contentar a los verdes, –ella fue la gran defensora de este tipo de energía durante años- nos da idea clara de que esta señora ya está en pre-campaña electoral por lo que, excepción hecha de las subidas de tipos de interés, la presión bancaria y la dictadura comercial, de esta canciller no podemos esperar nada más. Hecho este apunte, sigamos con el tema.

Francia, EEUU e Inglaterra, despliegan sus fuerzas militares y España contribuye con algunos aviones, una fragata, un submarino y… se armó la de siempre: Que si Zapatero estaba en contra de la guerra de Irak y ahora nos mete en Libia, que si la abuela fuma, que si les van a robar el petróleo, que si el abuelo lee a escondidas los tebeos de Mortadelo… en fin, lo normal en este país. Poco les importa a quienes protestan el hecho de que el señor Aznar nos metiera en la guerra de Irak tras un acuerdo personal con el señor Bush y el señor aquel de Inglaterra, en presencia del señor Barroso presente también en la reunión de las Azores, y que ahora exista una resolución de Naciones Unidas, es decir, Internacional, que garantiza el consenso. El caso es joder la marrana.

Cualquiera que lea mis artículos podrá comprobar que soy bastante crítico con Rodríguez Zapatero y su orquesta; pero lo que es de ley, como he dicho otras veces, hay que acatarlo. Durante años los ciudadanos de este país hemos soñado con tener peso político en el exterior o, al menos, formar parte de la comunidad internacional y, ahora que empezamos a ser tenidos en cuenta, nos beneficiamos de los derechos adquiridos y, por ello, debemos apechar con las obligaciones; claro está que ante el anuncio de que algunos militares españoles y el material bajo su custodia iban a participar en la instauración del espacio aéreo restringido, salieron los de siempre, algunos de los que he dado en tildar de progres filonazis por su radicalismo, a protestar por la decisión que se había tomado porque ellos, además de pacifistas y estar contra la guerra, no quieren que mueran soldados españoles, españoles al fin, porque forman parte del pueblo.

¡Hay que joderse con este modelo de pacifistas!, y digo modelo porque no dudo que dentro de este colectivo haya gente seria. Ellos, los del modelo de pacifismo hecho a su medida, los que normalmente defienden que el Ejército es una lacra social, ahora se sienten hermanos del alma de los mismos soldados a quienes odian y denuestan a diario; ellos, defensores de los derechos de los animales y la vida de los toros de lidia, creen que intervenir en Libia para poner punto final a la masacre de civiles es algo que va contra su conciencia; ellos, siempre pidiendo que la comunidad internacional debe actuar por la fuerza en Israel para defender a los palestinos inocentes, o en Marruecos para salvar al pueblo saharaui, ahora nos dicen que la intervención de las fuerzas internacionales en un país como Libia, es una aberración, porque nadie puede intervenir en otro país ya que son asuntos internos. ¡Anda y que os den! Si se ha decidido una intervención militar a nivel internacional, no nos queda más remedio que cooperar, como lo lleva haciendo la UE con nosotros durante décadas a base de subvenciones y ayudas, nos guste o no; ayudas, que todo hay que decirlo, también repercuten en la seudo cultura de este colectivo que se beneficia de subvenciones europeas, por medio del Estado español, a la hora de organizar conciertos o de comprar instrumentos para las batucadas y otras manifestaciones populares (?). Otra cosa es que, a nivel personal, cada cual tenga su opinión, que es siempre respetable, por lo menos para mí; lo que no soporto es que haya un grupo de personas que desde su incongruencia y radicalismo mental, hayan decidido erigirse en defensores de un modelo de vida radical que se ajuste, ajustándonos a todos los demás por cojones, a sus dicterios y parvadas.

Que todas las guerras tienen un trasfondo económico y un regusto religioso, no es nada nuevo; pero mientras formemos parte de una coalición… ajo y agua. Es preciso puntualizar que a nadie, en su sano juicio, le gusta la guerra. La muerte que genera, la destrucción, el dolor y los desgarros familiares que produce, son de lo peor que le puede suceder al ser humano en general; pero si tenemos que ser solidarios, no podemos serlo solo con los hambrientos y las víctimas de los desastres naturales sino que tenemos la obligación social de ayudar a los oprimidos. Las Brigadas Internacionales que tanto defienden estos pacifistas de conveniencia, llegaron para ayudar al pueblo español en su lucha contra la coalición iglesia-militares y, por ello, intervinieron en un país extranjero y, según sus baremos, deberían haberse quedado en su casa.

Ellos mismos, quienes protestan por la intervención, no dejan de injerir en asuntos de otros países con sus acusaciones y defensas partidistas y, ahora, nos vienen a decir que, si entramos en guerra, corremos serio peligro de ser el objetivo de atentados terroristas en territorio español. ¡Con dos cojones! En peligro estamos siempre puesto que, el terrorismo fundamentalista, de txapela o turbante me da igual, ataca a traición, por la espalda, siempre que lo consideran posible y no sea peligroso para ellos, o sea, que estar en peligro no es ninguna novedad. Por otra parte ya está bien de someternos a todo lo que huela a islamismo por miedo a las consecuencias.

La libertad no deber tener color y, si nos queremos comer crudos a los curas, los crucifijos ya nos hemos tomado de tapa en los lugares oficiales, también debemos estar en contra de los fundamentalistas islámicos que son tan retrógrados, si no más, que los fundamentalistas católicos. Yo les propongo a estos pacifistas de fin de semana que dejen de llevar el pañuelo palestino, la kuffiya, como protesta por los desmanes cometidos por los fundamentalistas islámicos. ¡A ver si hay huevos!

¡Ah, claro! Se me acaba de ocurrir la solución para que no protesten.

Señor Zapatero. Lo que usted tiene que hacer para que estas personas no protesten por la intervención española en Libia, es organizar corridas de toros en Trípoli, montar una granja de visones en Bengasi y convencer al primer ministro israelí de que monte un kibbutz en Misrata. Ahora bien, si usted consigue que la corrida se celebre en la explanada del kibbutz, que el primer espada sea judío y lleve adornos de piel de visón con uñas de lince en el vestido de luces y en lugar de los bordados lleve unas pegatinas en contra del aborto de las menores de dieciséis años, ya sería un orgasmo para ellos porque, estoy seguro, sin siquiera esperar a la intervención de la coalición, ya se hubieran encadenado a los testículos del mismo Gadafi.